PRESENCIA
Por Alberto Blanco. 17/04/2020
En el vídeo anterior sobre estrés y sistema inmune, os hablé sobre distintas estrategias que podíamos utilizar para modular ese eje, y una de las que os propuse fue permitirnos un tiempo y un espacio para entrar en contacto con nosotros mismos y con nuestras sensaciones. En este post quiero desarrollar esto un poco más y hablaros sobre una palabra que para mí es mágica, porque creo que lo abarca todo: Presencia.
Mirándolo en retrospectiva, ahora recuerdo algunos momentos, hace muchos años, en los que estaba completamente presente pero ni siquiera lo sabía. Era cuando jugaba al baloncesto (¡a veces, no siempre!). Esos días en los que podía jugar todo el partido sin descanso y todo salía bien. No había ningún esfuerzo, no había pensamiento, ni lucha, no había nada, solo yo y el juego. Todo salía sólo.
Recuerdo también otro momento en el que sí que sentí la diferencia de estar plenamente presente, aunque en ese momento tampoco sabía ponerle esa palabra. Fue hace 10 años, mientras viajaba por la China profunda con una mochila y ningún plan. Creo que ahí fue la primera vez en la que me di cuenta de lo que era estar sólo ahí, en ese lugar, en ese momento y nada más, y fue una sensación que todavía me acompaña.
Me viene a la memoria otro momento clave, de esos en los que algo hace click. Hace ya 11 años en una sesión con Javier Rodríguez, la persona gracias a la cual descubrí la biodinámica, en la que después de tratar me dijo: “En realidad, ahí dentro (de mí), ahora mismo, está todo bien, no está pasando nada”. Y ahí entendí de una forma más profunda que era verdad. Y no solo eso, sino que siempre era así, en cualquier momento, en ese momento, no estaba pasando nada. Todo estaba bien. Lo que no sabía era que aún faltaba mucho por experimentar para realmente encarnarlo y que fuese mi verdad.
Entonces descubrí la biodinámica, donde no tienes que hacer otra cosa sino estar presente, y ahí es donde la presencia cobra su mayor significado: Estar sólo en el aquí y el ahora, observando lo que ocurre, sin apegarnos a ello, sin esperar que sea distinto, sin querer cambiarlo. Tan sencillo como eso. Tan difícil.
Una cosa básica es saber diferenciar qué de nosotros está siempre presente y qué no suele estarlo. La mente no suele estar presente, por no decir que casi nunca lo está. Siempre está pensando cosas ajenas al momento presente. Está planificando, recordando, etiquetando, proyectando, todo hacia el futuro o hacia el pasado. Nuestro cuerpo, por otro lado, siempre está en el presente. Solo podemos respirar en el presente, nuestro corazón solo puede latir en el presente, nuestras sensaciones sólo pueden ocurrir en el presente… Pero aquí surge una trampa: Nuestro cuerpo obedece a nuestra mente.
Si vivimos identificados y apegados a nuestra mente y a nuestros pensamientos, entonces somos ellos, porque nuestro cuerpo va detrás de eso. Nos estamos condenando a que nuestro cuerpo no esté presente a lo que está ocurriendo aquí ahora, sino que reacciona a lo que le ordena la mente. Si nuestra mente se encuentra enfrascada en pensamientos negativos que nos hacen estar preocupados, entonces el cuerpo responde a eso, activará procesos relacionados con el estrés, y nos enseñará sensaciones y emociones como angustia, ansiedad o ira.
Bien, hemos llegado hasta aquí, y no tenemos que culparnos por ello. Eckhart Tolle dice que sufrir por nuestros pensamientos negativos no es algo que nos hagamos a nosotros mismos, sino que es algo que nos sucede. Y es muy humano, pero que depende de nuestro nivel de conciencia, y podemos ampliarla para darnos cuenta de que no tenemos por qué sufrir por algo que, en realidad, no nos está ocurriendo.
Cuando nos sentimos así, con nervios, con ansiedad, con angustia, podemos hacer tres cosas: Seguir apegados a la mente y alimentar esos pensamientos, porque es lo que hemos hecho siempre y porque tenemos razón; darnos cuenta de que es absurdo y castigarnos e intentar luchar contra ellos, lo cual solo hace que les demos toda nuestra energía y los refuerza; o por el contrario, podemos rendirnos.
Hemos asignado al rendirse una connotacion muy negativa, pero la gran mayoría de las veces, cuando nos rendimos, ya no tenemos nada ni nadie contra lo que luchar. En este momento, rendirse significa no luchar contra esas sensaciones o emociones, sino prestarles toda nuestra atención amorosa, sin ningún juicio, desde el corazón. Darles espacio para que puedan hacer el trabajo que tengan que hacer sin insuflarles la energía de nuestra lucha. Escucharlas con una atención sigilosa como quien ve dormir a un bebé o a un gato. Entonces, estamos trayendo toda nuestra atención al presente, nuestra mente deja de estar alimentada y se apaga, y como dijo Lao Tse, “en el silencio se escuchan las enseñanzas”. De repente nos damos cuenta, de una manera profunda, que en ese preciso momento no está ocurriendo nada, y encontramos la paz que estaba por debajo de nuestro sufrimiento.
Estar presente no significa estar siempre bien. No hace referencia a esos mensajes de positividad tóxica que nos dicen que la vida siempre es maravillosa, que tenemos que estar siempre felices, siempre sonriendo. No, porque la vida no siempre es maravillosa, es como es, y esto nos hace rechazar y estigmatizar las emociones “negativas”, a las que pongo entre comillas porque en realidad no lo son. Puede que sean incómodas, dolorosas, pero son grandes maestras si les damos el espacio suficiente para ser escuchadas. Necesitan ser escuchadas, y nosotros necesitamos escucharlas.
Estar presente significa darse cuenta, tomar conciencia de cómo estamos, de nuestras sensaciones, de nuestras emociones, desde un lugar tranquilo y calmado, donde las abrazamos en lugar de rechazarlas, donde no queremos cambiarlas porque sabemos que no nos están haciendo nada malo.
Este proceso no siempre es fácil, porque al escucharnos así, desde ese lugar, puede empezar a ser contada nuestra propia historia, y eso, a veces, puede ser doloroso. Por eso es importante hacerlo acompañado, de un maestro, o de un terapeuta. Pero cuando afrontas tu dolor desde la presencia y desde una conciencia mucho más amplia deja de haber sufrimiento, o incluso si lo hay, este trae un aprendizaje muy profundo, una transformación, un renacimiento. Leí hace tiempo una frase que encaja perfectamente aquí:
» – Maestro, ¿por qué ahora siento más dolor que antes?
– Será porque ahora elegiste la sanación, en lugar de la anestesia. «
Y al hilo de esto, para terminar, quiero contaros una de las muchas experiencias que he tenido a lo largo de mi camino. Fue en uno de mis retiros con Mike Boxhall. Al llegar la noche me metí en mi habitación. Estaba revuelto porque había contactado con cosas muy profundas en mí ese día, y de repente empecé a llorar. Desconsoladamente, a gritos, sin consuelo durante aproximadamente media hora. Me rompí en mil pedazos. Cuando ya paré y me pude levantar, me fui al baño y me quedé mirándome fijamente a los ojos en el espejo. Pasó un buen rato, y no me reconocía. No sabía quien era. Y a pesar de lo que pueda parecer, había una profunda paz en mí, y en todo eso que había ocurrido. Después solo podía expresarlo con estas palabras: “fue la expansión del contenido lo que rompió el continente. Y entonces me pude reconstruir de nuevo”
He intentado describiros la presencia con mis propias palabras, desde mi propia experiencia y no desde un concepto, ni como algo que he leído o escuchado. Por supuesto, ¡esto no es el estado en el que vivo! La mente se me va y me juega malas pasadas, y es ahí cuando es más importante darse cuenta… ¡y es algo que a veces consigo! Es complicado hablar sobre algo que tiene que ser experimentado o sino sólo se quedará en un concepto, en una idea, pero hay muchos grandes maestros que son una gran inspiración y una gran guía para poder ir aprendiendo a encarnarlo. Os recomiendo leer los libros o ver videos en youtube de Eckhart Tolle, un gran maestro espiritual occidental; Amma, con quien tuve la suerte de estar el verano pasado en su ashram de la india; Jack Kornfield, Mooji, Pema Chodron, Krishnamurti, Rmana Maharsi… y por supuesto, a grandes maestros en Biodinámica, como Mike Boxhall y Kiril Yurievich.
Presencia. Parece solo una palabra, pero desde luego que no lo es. Puede que símplemente, sea la clave de todo lo demás.
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