Osteopatía
“ENCUENTRA LA DISFUNCIÓN, CORRÍGELA Y DEJA QUE LA NATURALEZA ACTÚE»
(A.T. Still)
La osteopatía o medicina osteopática nace en Estados Unidos a mediados del 1800 de la mano de Andrew Taylor Still, considerado el padre de la osteopatía. Actualmente, la osteopatía está recomendada e incentivada por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Es una terapia manual holística, es decir, entiende el cuerpo humano de forma global, de forma que todos los sistemas del cuerpo trabajan conjuntamente, están relacionados, y por tanto los trastornos en un sistema pueden afectar el funcionamiento de los otros.
Ya por aquella época, Still estableció las 4 leyes que rigen esta disciplina:
- La estructura gobierna la función: Esto es, si la estructura (articulación, músculo..) está como debe estar, la función que debe servir será adecuada y precisa. Si la estructura entra en disfunción, entonces la función quedará alterada produciendo un mal funcionamiento de los sistemas afectados. A esto se le añadió después el «pero la función condiciona la estructura«, pues aun estando la estructura bien, si tú decides utilizar mal algo, es muy posible que deje de estarlo.
- La ley de la arteria: Si la sangre circula correctamente y nutre todos los tejidos, es difícil que se establezca la enfermedad.
- La ley del todo: Ya lo hemos descrito, todos los sistemas están relacionados y afectan y son afectados por los demás.
- La autocuración: El cuerpo dispone de todos los mecanismos necesarios para la autocuración, sólo hay que ayudarle a restablecer la función normal.
La osteopatía engloba una amplísima batería de test diagnósticos y técnicas terapéuticas basadas en el estudio de la anatomía, biomecánica y fisiología del cuerpo, y en el conocimiento de cómo intervienen los diferentes tejidos en la producción de la enfermedad. Estas técnicas estarán destinadas a reestablecer el correcto funcionamiento los diferentes segmentos o tejidos que hayan entrado en disfunción, ya sea muscular, articular, visceral, vascular o nervioso.
Existen varias «ramas» de la osteopatía:
- La osteopatía estructural: Está dirigida al sistema musculoesquelético, donde aplicamos diversas técnicas adaptadas a cada disfunción, a cada tejido y a cada paciente. Lo que intentamos con estas técnicas (entre las que se encuentran los famosos «crugidos», aunque no son las únicas), es restablecer la correcta movilidad en un segmento que la había perdido, ya que estas disfunciones pueden crear dolor por si mismas, o provocar compensaciones y adaptaciones que hagan que algún otro segmento pueda sufrir y lesionarse.
- La osteopatía visceral: Está orientada a actuar sobre los tejidos que participan en las funciones de las vísceras. Para que una víscera funcione bien, todo lo que la mantiene viva debe llegarle correctamente. Los ligamentos que la sostienen, los músculos, los diferentes planos fasciales entre órganos, los vasos sanguíneos y nervios deben estar libres en su recorrido, lo que no siempre ocurre debido a adherencias, tracciones miofasciales o disfunciones vertebrales que afectan a la buena inervación de la víscera, a su vascularización y a su normal movilidad.
- La osteopatía craneal. Tiene como objetivo liberar y facilitar la micromovilidad del cráneo y de la relación cráneo-sacra a través de las membranas meníngeas. Alteraciones posturales, traumatismos o desequilibrios musculares pueden afectar a nervios craneales, arterias o glándulas a su paso por orificios craneales o en el interior mismo, lo que puede provocar neuralgias, dificultades de visión, audición, alteraciones de algunas funciones glandulares, vértigos, migrañas, e incluso a través del sistema nervioso vegetativo, trastornos digestivos, respiratorios o vasculares.
- La osteopatía pediátrica: Es uno de los campos quizá menos conocidos de la osteopatía. Los bebés también pueden sufrir traumatismos, incluso antes de nacer. Una mala colocación del feto en el vientre materno, presentaciones podálicas o de nalgas en el parto, el uso de fórceps, o malas posturas mantenidas del bebé, pueden crear pequeños solapamientos en los huesos del cráneo (de ahí los cascos que se les pone a algunos bebés) que pueden provocarles tortícolis, irritabilidad, insomnio, cólicos o futuras escoliosis adaptativas. Son técnicas muy suaves pero muy eficaces debido al gran potencial de cambio que tienen los bebés.
Todos estos son los campos que podemos abarcar con la osteopatía, pero lo realmente importante en una sesión de osteopatía es el diagnóstico.
Si acudes a una consulta de osteopatía por un tortícolis, seguramente el cuello sea lo último que te miremos. Puesto que la columna cervical forma parte de un todo, lo que deberemos descubrir es qué está fallando en tu cuerpo para que este segmento sufra y se lesione, a partir de un examen postural y de movilidad global y analítica en las zonas más susceptibles de padecer una disfunción en cada caso.
No es nada raro encontrar que la causa de una tortícolis, por poner un ejemplo, es un antiguo esguince de tobillo que provoca una mala pisada (pues esto crea una alteración postural global), una miopía descompensada (que te crea un desequilibrio muscular cervical para fijar mejor la mirada), o incluso la cicatriz de una cesárea.
Por eso en la osteopatía, lo más importante no es el síntoma, sino la causa.